Usted me encanta, me inspira, le adoro. Me hace sentir una
mujer especial y por eso le amo. Le amo a rabiar.
Pero usted no es libre. Y no lo digo por ella. Lo digo
porque es cautivo de su miedo a la soledad.
De su temor a no saberse amado.
Y aunque usted me ame a mí, y yo suspire por usted, si la
deja a ella y se queda conmigo, yo tendría que demostrarle cada instante que no
tiene por qué temer. Y eso, créame, sería agotador.
No. Prefiero esperar a que usted se libere y se ame a sí
mismo. Así me librará a mí de la obligación de tener que hacerle feliz.
Compartiríamos entonces la vida, dichosos de tenernos el uno
al otro.
Sí. Prefiero esperar, aún amándole como le amo. Y sé que me
arriesgo. Me arriesgo a perderle. Pero es que no quiero convertirme en otro
error para usted.
Mari Carmen Sánchez Vilella
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